martes, 26 de enero de 2010

I.

Pese a no encontrar nada más que ese lacerante y punzante dolor, siguió avanzando. El camino que se extendía ante él, parecía haber sido una senda en otro tiempo muy transitada. En otro tiempo. Ahora el camino era tortuoso lleno de requiebros e incluso llegando a desaparecer en determinados sitios. El hecho de que el frío alrededor fueran como saetas cruzando el aire y atravesándolo por todas partes de su cuerpo, pese a su enorme abrigo, le hacía tambalearse con frecuencia.

Llego a una curva del camino, oculta por un gran arbusto, cuando no reparó en un gran tronco cubierto de nieve, y cayó de bruces. Tras estar un rato, en el suelo, tendido tal y como cayó se dio lentamente la vuelta, quedando de ese modo mirando hacia arriba, hacia el cielo que se vislumbraba a través de los árboles y que estos parecían sostener como una loca columnata, puesta aleatoriamente, sin orden ni concierto. No pudo evitar pensar en la situación en la que se encontraba. Nada le había obligado a iniciar aquel viaje, tan solo sus propias ansias y deseos de aventura, su sobrehumana curiosidad y un extraño instinto de protección familiar. En aquel momento, de ese crepúsculo invernal, maldijo en silencio y casi con una sonrisa en sus labios a su curiosidad. Pero esa carta le había alarmado sobremanera y sentía que tenía que ir al encuentro de su hermana.

Hacía años, que había decidido marchar a un gran caserón a los pies de la montaña a las que él se dirigía. Anne, nunca fue una mujer que los demás pudieran considerar como... normal o socialmente aceptable o incluso estándar. Desde muy pequeña, mostró una salud muy frágil, sus padres siempre andaban buscando a los mejores médicos del país para determinar el origen de las terribles cefaleas que aquejaban a la niña y que sin motivo le sobrevenían en los momentos más impredecibles y extraños. Durante su adolescencia, comenzó a mostrar gran interés por el ocultismo y espiritismo, convencida de que la ciencia y la racionalidad de la civilización, no tenían respuesta alguna para su afección, negándose a visitar a más médicos y especialistas, y confiando en sus nuevos amigos y sus supuestas panaceas milagrosas.
Remedios de oriente, chamanes que comenzaron a emigrar de las colonias de nuestra nación y otros charlatanes que se aprovechaban del dolor y desesperación de mi pobre hermana para medrar y prosperar. Era despreciable, sin duda, pero lo más despreciable, es que existiera gente como ella que se negase a escuchar a los demás y se encaprichara con esas excentricidades.

Parecía que todo estaba perdido para ella, sus padres incluso llegaron a no incluirla en su testamento ya que no confiaban en su estabilidad emocional y mucho menos mental y temían una dilapidación de la fortuna familiar, fortuna, dicho sea todo de paso, que estaba muy venida a menos, y no por que se hubieran extraviado las propiedades, acciones y otros valores monetarios y no monetarios, sino por la pésima gestión de su padre.

Pensó todo esto con amargura, ya que de no ser tal la situación podría haber conseguido un transporte hasta el cercano (esperaba y suponía) pueblo. La noche iba haciéndose cada vez mas profunda y tétrica, o así le parecía a él, solo en aquel lugar apartado de la mano de Dios. La fatiga había hecho presa de él...se sentía desfallecer con cada paso que daba. Pensó que iba a morir allí mismo, sin ver su hermana y lejos de su casa y de todo lo que conocía y apreciaba.